martes, 21 de agosto de 2012

Libros sobre restos de la GCE

Los restos de la Guerra Civil son algo bastante olvidado en nuestros días y, aunque desde hace algunos años ha surgido un interés sobre este tema, curiosamente, el número de publicaciones al respecto no lo acompaña.

Aún así, disponemos de algunos interesantes libros que nos muestran este ingente patrimonio que nos ha quedado que aquel conflicto entre hermanos que tuvo lugar entre 1936 y 1939.

Paisajes de la Guerra
                 Nueve itinerarios por los frentes de Madrid
Escrito por Severiano Montero
Editado por la Comunidad de Madrid
111  páginas.
ISBN: 8450556694

Allá por 1987 fue Severiano Montero Barrado quien escribió por primera vez sobre el patrimonio persistente en la actualidad procedente de la GCE, con su obra "Paisajes de Guerra", en la que muestra nueve itinerarios por diferentes frentes de la Guerra Civil en la provincia de Madrid. A lo largo de estos nueve recorridos, aderezados con acontecimientos históricos y un mapa de cada ruta, Severiano Montero recorre los escenarios de las cinco principales batallas que tuvieron lugar en la província.

Además de una extensa explicación tanto geográfica como histórica, muestra algunos de los restos de fortificaciones más significativos, y dado que el estudio tiene ya bastantes años, se pueden ver en un estado de conservación mejor que el actual a la par de poder disfrutar de imágenes cercanas de restos que actualmente se encuentran en terrenos privados y que a día de hoy resultan imposibles de visitar.

Los Restos del Asedio
                 Fortificaciones de la Guerra Civil en el Frente de Madrid;
                 Ejército Nacional
Escrito por Ricardo Castellano
Editado por Almena
256 páginas
ISBN: 9788496170162

Unos cuantos años después, en 2004, es Ricardo Castellano quien, en su primera obra "Los Restos del Asedio" hace un extenso recorrido por las construcciones de la Guerra Civil en la Comunidad de Madrid pertenecientes al bando nacional, incluyendo un exhaustivo estudio, no solo de los restos, sino de las técnicas constructivas, unidades implicadas y todo aquello que gira en torno a las fortificaciones procedentes de aquel conflicto. Acompaña la publicación un CD que incluye, entre otras cosas, interesantes montajes de planos en los que, sobre cartografía actual, se reescalan y superponen mapas de despliegues obtenidos en el archivo militar de Ávila. Podemos así contemplar al detalle el despliegue militar del bando nacional tras la estabilización de los frentes que se produce al terminar cada batalla.

Los Restos de la Defensa
                 Fortificaciones de la Guerra Civil en el Frente de Madrid;
                 Ejército Republicano
Escrito por Ricardo Castellano
Editado por Almena
255 páginas
ISBN: 9788496170674

En 2007 aparece la segunda obra de Ricardo castellano, "Los Restos de la Defensa". En la misma línea que el anterior, aunque dedicado esta vez a los restos procedentes del bando republicano, incluye además un interesante estudio sobre la construcción de búnkers anti-aéreos, en especial en la ciudad de Madrid. Al igual que el anterior, la obra está acompañada de un CD que igualmente, y entre otras cosas, incluye un laborioso trabajo de montaje de mapas actuales sobre los que se reescalan y superponen los planos de despliegues y defensas del bando republicano en todos los frentes de la Comunidad de Madrid.

Fortines
                 Centinelas de Hormigón en el Frente de Madrid
Escrito por Javier Rodríguez
Editado por Ediciones La Librería
240 páginas
ISBN: 9788496470255

Ya en 2008 aparece un nuevo libro, resultado de varios años de catalogación e inventariado de restos, de autoría propia, titulado "Fortines (centinelas de hormigón en el frente de Madrid)". Mucho más divulgativo y menos técnico, recorre todos los frentes de las diferentes batallas ocurridas en la província, tipificando los restos hallados según su morfología. Los acontecimientos de las cinco principales batallas de Madrid se aderezan con multitud de imágenes de fortificaciones que aún perviven en los campos de la Comunidad Autónoma. Incluye también una serie de fichas de cada tipo de resto que se ha ido localizando hasta la publicación, explicando la morfología, el bando que lo construía y el frente en el que se encuentran entre otros datos, acompañadas de imágenes de los mejor conservados de cada tipo.

Arquitectura Militar de la Guerra Civil en la Comunidad de Madrid
                 Sector de la Batalla de Brunete
Escrito por Ricardo Castellano y Pablo Schnell
Editado por la Comunidad de Madrid
192 páginas
ISBN: 9788445133989

Recientemente, el Colectivo Guadarrama ha publicado un trabajo sobre los restos de la Guerra Civil, principalmente procedentes de la batalla de Brunete, publicado por la CAM, y que viene a ser la ampliación de un trabajo de catalogación de restos en la zona de Navalagamella que llevamos a cabo en 2009. Muestra las principales líneas constructivas en ese sector, con interesantes imágenes y montajes cartográficos.

Todos ellos son lecturas más que recomendables para todos aquellos a los que nos apasiona este mundo de la fortificación.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Elementos de las fortificaciones de la GCE

Son muy variados los tipos de fortificaciones que podemos localizar a lo largo y ancho de la Comunidad de Madrid, procedentes de las seis principales batallas acaecidas durante la Guerra Civil entorno a la capital. Y no solo es variada la tipología, sino que también los son sus funciones. Mientras que algunas se diseñaron para un uso exclusivo por elementos de fusilería, otros sin embargo se realizaron para un uso específico para armas automáticas.

El diseño estaba totalmente condicionado por este uso, e incluso en ocasiones se supeditaba al arma concreta que iba a albergar, como veremos a continuación.

En primer lugar, la propia estructura constructiva difería en caso de usos fusileros o de arma automática, decantando el diseño de las troneras. En el caso de fortines fusileros, se empleaba un tipo de tronera pequeña, o aspillera, por la que poder asomar el arma para hacer fuego. El bando nacional tenía incluso un modelo prefabricado, de cemento, que incajaba en las construcciones, especialmente en las de mampostería.

Frente a la aspillera para fusilería encontramos la amplia tronera para permitir el pivotaje de una ametralladora. Existen multitud de ángulos de apertura, desde los 80º de los fortines republicanos de la dehesa de Navalcarbón, hasta los 180º de los nacionales que asedian en la sierra la localidad de Prádena del Rincón.
 

Ejemplo de tronera para ametralladora                      Ejemplolo de aspilleras para fusilería


El diseño interior de la fortificación también se ve afectado por el arma o armas a albergar. Para el caso de fortificaciones para fusileros encontramos una distancia mayor entre el solado interior y las aspilleras, dado que este tipo de armas se utilizan de pie y apoyadas contra el hombro, lo que nos da una altura de aproximadamente 150 cm a la que se deben encontrar las aspilleras para que estas sean operativas.  Las troneras para arma automática se encuentran a niveles inferiores a este, entre los 80 y 110 cm desde el solado interior, dado que este tipo de armamento se utiliza normalmente sentado.
 
Apoyos para trípode de ametralladora

Uno de los elementos interiores más común en las fortificaciones para arma automática es el soporte para ametralladoras. Existen diversos tipos de soporte o apoyo. En algunas fortificaciones republicanas semicilíndricas, diseñadas para ametralladora, pero cuya altura de las troneras era mayor al de la propia arma, se realizaron una serie de huecos para su apoyo en los que se encajaban las patas delanteras del trípode (para armas de trípode alto como la Hotchkiss)

Otro elemento para el soporte del arma era el bloque soporte. Este es una rampa ascendente desde el centro de la fortificación hasta la tronera principal. Lo encontramos con profusión en las fortificaciones cuadradas republicanas que podemos encontrar en el valle del Jarama y en el cinturón defensivo de Madrid.
La altura entre el final de la rampa y la tronera es escasa, por lo que estaban pensadas para ametralladoras de trípode corto.

En las fortificaciones republicanas de la zona de Navalcarbón, en Las Rozas, encontramos un peculiar tipo de bloque soporte válido únicamente para armas de trípode central. Consiste en un cilindro de hormigón con un espigo metálico vertical sobresaliendo de su parte superior, ubicado en el centro de la estancia, y su objetivo no era otro que el de sustituir al trípode de las propia ametralladora.

Ejemplo de soporte en rampa.                                    Ejemplo de soporte central

Existen otros elementos que, al contrario de los descritos hasta ahora, no obedecen al tipo de arma para la el que se diseñaba la fortificación. En el interior de algunas encontramos hornacinas en las que albergar municiones y otros enseres. También podemos ver estructuras para almacenamiento y conducción de agua al interior, como ocurre en el Block-Hauss nacional de Fresnedillas de la Oliva.

Acumulador de agua de lluvia sobre el BlockHauss de Fresnedillas de la Oliva

Huellas de soportes para enmascaramiento

En cuanto al exterior de la fortificación se refiere, en contadas ocasiones encontramos un curioso elemento como son soportes para enmascaramiento. Consiste en una estructura realizada con estacas hincadas en el hormigón y sobre las troneras de la fortificación, cuando estaba aún fresco. Esta estructura servía para soportar ramaje y cualquier otro material de enmascaramiento que permitiese ocultar al máximo la presencia de la fortificación. De nuevo en la Dehesa de Navalcarbón encontramos sobre las troneras de las fortificaciones para ametralladora los huecos dejados en el hormigón por estacas de madera de perfil cuadrado que se utilizaron con el fin descrito.





martes, 6 de marzo de 2012

Tipos de accesos a las fortificaciones

En las fortificaciones de la G.C.E. podemos encontrar diferentes tipos de acceso. Tal y como ocurrió con las troneras, las vicisitudes de la contienda fueron forzando a los constructores a evolucionar las estructuras para mejorar las funciones de las fortificaciones. Mientras que con la evolución de las troneras se trató de mejorar la función defensiva, con las modificaciones de los accesos la función que se mejoraba era la de protección de los ocupantes.

Acceso directo
La gran mayoría de las fortificaciones provenientes de la G.C.E. cuentan con un acceso directo desde el exterior, generalmente en la parte posterior. Esto significa que al fortín se accedía por un vano practicado en un muro posterior que daba acceso a la única estancia que albergaba la ametralladora. El inconveniente principal radica en la entrada de luz por el acceso, lo que hace que se adivinen a través de la tronera las siluetas de los ocupantes, en concreto de la persona que utilizaba la ametralladora, permitiendo a un tirador experimentado hacer blanco sobre él. Esta vicisitud se mejoró ubicando el acceso, de forma también directa, en un lateral, en lugar de hacerlo en la fachada posterior.
Teniendo en cuenta que en multitud de ocasiones, esta reubicación no estaba propiciada por el motivo indicado, sino por la ubicación de la fortificación con respecto a la trinchera que conducía hasta ella, cierto es que evitaba el problema del trasluz, pero mantenía otro de igual gravedad. Cuando un proyectil artillero, granada, o bomba de aviación hacía explosión en las cercanias de la entrada, la metralla accedía al interior de la fortificación barriendo a sus ocupantes.

Acceso Indirecto
Este tipo de acceso mejoró las prestaciones que daba el acceso directo. El efecto traszul era prácticamente inexistente, y la entrada de metralla, con dificultad podía alcanzar a los sirvientes de la máquina emplazada en el interior. Ejemplo de estos accesos los podemos encontrar el las fortificaciones "cilíndricas con acceso" construídas por el bando republicano en la Dehesa de Navalcarbón y zonas anexas, en Las Rozas, o en los restos de las fortificaciones republicanas de la zona de Somontes, en El Pardo.



Acceso Retranqueado
Supone una evolución más sobre el acceso indirecto. Implica que para acceder a la estancia principal de la  fortificación debemos realizar uno o incluso dos giros de 90º en sentidos opuestos, por un pequeño pasillo. Anula completamente el efecto trasluz, y evita por completo la entrada de metralla desde el exterior. La decisión entre obligar a uno o a dos giros segúramente obedezca a la posición de la fortificación con respecto a la trinchera, dependiendo directamente de si el acceso se encontraba en la parte posterior o en un lateral. En el primer caso, un muro perpendicular a la entrada conforma un pasillo que obliga a realizar dos giros de 90º. En el segundo, un muro paralelo a la entrada conforma igualmente un pasillo que, en este caso obliga únicamente a un giro.

Acceso Tunelado
Otra forma de evitar el efecto trasluz, que además impedía o dificultaba el acceso de metralla era este tipo de acceso, que consistía en la realización de un tunel desde la entrada de la fortificación hasta la estancia principal. Incrementaba además la seguridad ya antes de acceder a la construcción. En cuanto a los restos de la G.C.E. se refiere, la gran mayoría de estos accesos no eran del mismo material constructivo que la fortificación, sino que se excavaban en el terreno, convirtiendo la propia trinchera en una galería subterránea según se aproximaba a la construcción. Podemos ver ejemplos, aunque con la galería hundida, en alguna de las fortificaciones republicanas de la línea que se extiende entre los cerros al norte de Quijorna, y el Cerro Martín, al norte de Villafranca del Castillo.

lunes, 27 de febrero de 2012

Evolución de las troneras durante la GCE

La Guerra Civil Española no fue solo un escenario utilizado por alemanes e italianos para probar armamentos y tácticas. También fue una plataforma de pruebas perfecta para testear estructuras defensivas.

Un claro ejemplo de esto lo podemos ver en algo que tenemos al alcance de la vista: Las troneras de las fortificaciones. Estas evolucionaron sus formas a lo largo de la contienda mejorando con ello su efectividad y la seguridad de aquellos que se encontraban detrás, asomando sus armas por ellas. De hecho, la estructura de la tronera puede ayudar a argumentar la época en que fue construída la fortificación.



Tronera convencional
Las primeras fortificaciones construidas estaban realizadas en muchas ocasiones con mampostería, y se dotaban de troneras que no pasaban de ser un mero hueco en la fachada por la que visionar al enemigo y abrir fuego sobre él.
Estas primeras troneras tenínan el mismo tamaño tanto en la parte interior como en la exterior del muro. Su efectividad no era mala, pero no cumplía con todos los requisitos necesarios para ser un buen elemento defensivo.

Podemos encontrarlas con profusión en la sierra de Madrid, como elemento de fortificaciones, fundamentalente del bando nacional, de mampostería cuya construcción no se ajustaba a estándares constructivos de ninguno de los bandos

La tronera de embudo liso
Con el paso de la contienda, y sobre todo con la entrada en acción de los cuerpos de ingenieros y sus planes de fortificación, aparece un tipo de tronera más al uso, cuyas medidas en la parte interior del muro son muy inferiores a las de la parte exterior (sobre todo en cuanto al ancho se refiere) confiriendo a la tronera un aspecto de embudo rectangular que se va cerrando según va atravesando la fachada hacia el interior de la fortificación. Estas troneras permitían ampliar el ángulo de visión del ocupante de la construcción, además de permitir pivotar mejor el arma para cambiar el ángulo de fuego. Prácticamente todas las fortificaciones estandar de uno u otro bando, construidas antes de noviembre de 1938 cuentan con troneras o aspilleras de este tipo. Especialmente el los frentes de Brunete y Madrid, en fortificaciones de ambos bandos.


Tronera de embudo invertido
En el sector central del frente del Jarama encontramos una curiosa fortificación con un tipo de tronera tan poco convencional como el fortín al que pertenece. Consiste en una tronera de enbudo cuya parte ancha se encuentra en la parte interior de la fachada, al contrario de las troneras más habituales, de embudo. Estas curiosas troneras también permiten cambiar el ángulo de tiro y aumentar el de visión, pero con el inconveniente de que, en lugar de pivotar el arma, el tirador debe desplazarse a derecha e izquierda para cambiar el ángulo de tiro o de visión. Dada la incomodidad que suponen, su uso no se llegó a extender. De hecho, como ya he mencionado, solo podemos encontrarlas en contadísimas ocasiones, como es el pequeño puesto para fusilería que podemos encontrar en la posición nacional de La Jara Alta, en Morata de Tajuña.

Tronera de doble embudo
Esta es una evolución sobre las troneras de embudo normales. Consiste en un vano en el que la medida mínima entre sus lados no está en la parte interior de la fortificación, sino que está un poco antes de este punto, abriendo un poco su ángulo antes de finalizar su recorrido a través del muro. Es un modelo típico y propio de las fortificaciones republicanas cuadradas de modelo estandar que pueblan el valle del Jarama desde Arganda del Rey hasta Algodor, en lo que a la Comunidad de Madrid se refiere. Cuentan con las ventajas e inconvenientes de una tronera de embudo normal, aunque aumentando levemente el ángulo de visión desde el interior y permitiendo un mayor pivotaje del arma emplazada aprovechando mejor los laterales de la tronera.



Tronera de embudo escalonado
A partir de finales de 1938 empiezan a aparecer fortificaciones con este tipo de tronera. Con el transcurso de la contienda, se observó que el modelo de embudo liso hacía un efecto de "caza-balas", de modo que no solo se hacía blanco acertando en el hueco, sino que cualquier bala que impactase en las paredes lisas del embudo de la tronera rebotaba en muchas ocasiones hacia el interior, hiriendo igualmente a los ocupantes.
Con el fin de evitarlo, se ingenió el escalonamiento de las troneras, de modo que siempre ofrecían superficies perpendiculares a la trayectoria del fuego enemigo, haciendo que este rebotase siempre hacia el exterior. De este modo, solo una bala que acertase en el hueco de la tronera tendría posibilidades de hacer blanco, mientras que una que impactase sobre las paredes de la propia tronera no lo haría. En algunos libros sobre la II Guerra Mundial se menciona que esta evolución se fraguó durante esa contienda, ignorando sin duda los innumerables ejemplos con los que contamos tanto en el Valle del Jarama como en los frentes de Brunete o Guadarrama.