lunes, 27 de febrero de 2012

Evolución de las troneras durante la GCE

La Guerra Civil Española no fue solo un escenario utilizado por alemanes e italianos para probar armamentos y tácticas. También fue una plataforma de pruebas perfecta para testear estructuras defensivas.

Un claro ejemplo de esto lo podemos ver en algo que tenemos al alcance de la vista: Las troneras de las fortificaciones. Estas evolucionaron sus formas a lo largo de la contienda mejorando con ello su efectividad y la seguridad de aquellos que se encontraban detrás, asomando sus armas por ellas. De hecho, la estructura de la tronera puede ayudar a argumentar la época en que fue construída la fortificación.



Tronera convencional
Las primeras fortificaciones construidas estaban realizadas en muchas ocasiones con mampostería, y se dotaban de troneras que no pasaban de ser un mero hueco en la fachada por la que visionar al enemigo y abrir fuego sobre él.
Estas primeras troneras tenínan el mismo tamaño tanto en la parte interior como en la exterior del muro. Su efectividad no era mala, pero no cumplía con todos los requisitos necesarios para ser un buen elemento defensivo.

Podemos encontrarlas con profusión en la sierra de Madrid, como elemento de fortificaciones, fundamentalente del bando nacional, de mampostería cuya construcción no se ajustaba a estándares constructivos de ninguno de los bandos

La tronera de embudo liso
Con el paso de la contienda, y sobre todo con la entrada en acción de los cuerpos de ingenieros y sus planes de fortificación, aparece un tipo de tronera más al uso, cuyas medidas en la parte interior del muro son muy inferiores a las de la parte exterior (sobre todo en cuanto al ancho se refiere) confiriendo a la tronera un aspecto de embudo rectangular que se va cerrando según va atravesando la fachada hacia el interior de la fortificación. Estas troneras permitían ampliar el ángulo de visión del ocupante de la construcción, además de permitir pivotar mejor el arma para cambiar el ángulo de fuego. Prácticamente todas las fortificaciones estandar de uno u otro bando, construidas antes de noviembre de 1938 cuentan con troneras o aspilleras de este tipo. Especialmente el los frentes de Brunete y Madrid, en fortificaciones de ambos bandos.


Tronera de embudo invertido
En el sector central del frente del Jarama encontramos una curiosa fortificación con un tipo de tronera tan poco convencional como el fortín al que pertenece. Consiste en una tronera de enbudo cuya parte ancha se encuentra en la parte interior de la fachada, al contrario de las troneras más habituales, de embudo. Estas curiosas troneras también permiten cambiar el ángulo de tiro y aumentar el de visión, pero con el inconveniente de que, en lugar de pivotar el arma, el tirador debe desplazarse a derecha e izquierda para cambiar el ángulo de tiro o de visión. Dada la incomodidad que suponen, su uso no se llegó a extender. De hecho, como ya he mencionado, solo podemos encontrarlas en contadísimas ocasiones, como es el pequeño puesto para fusilería que podemos encontrar en la posición nacional de La Jara Alta, en Morata de Tajuña.

Tronera de doble embudo
Esta es una evolución sobre las troneras de embudo normales. Consiste en un vano en el que la medida mínima entre sus lados no está en la parte interior de la fortificación, sino que está un poco antes de este punto, abriendo un poco su ángulo antes de finalizar su recorrido a través del muro. Es un modelo típico y propio de las fortificaciones republicanas cuadradas de modelo estandar que pueblan el valle del Jarama desde Arganda del Rey hasta Algodor, en lo que a la Comunidad de Madrid se refiere. Cuentan con las ventajas e inconvenientes de una tronera de embudo normal, aunque aumentando levemente el ángulo de visión desde el interior y permitiendo un mayor pivotaje del arma emplazada aprovechando mejor los laterales de la tronera.



Tronera de embudo escalonado
A partir de finales de 1938 empiezan a aparecer fortificaciones con este tipo de tronera. Con el transcurso de la contienda, se observó que el modelo de embudo liso hacía un efecto de "caza-balas", de modo que no solo se hacía blanco acertando en el hueco, sino que cualquier bala que impactase en las paredes lisas del embudo de la tronera rebotaba en muchas ocasiones hacia el interior, hiriendo igualmente a los ocupantes.
Con el fin de evitarlo, se ingenió el escalonamiento de las troneras, de modo que siempre ofrecían superficies perpendiculares a la trayectoria del fuego enemigo, haciendo que este rebotase siempre hacia el exterior. De este modo, solo una bala que acertase en el hueco de la tronera tendría posibilidades de hacer blanco, mientras que una que impactase sobre las paredes de la propia tronera no lo haría. En algunos libros sobre la II Guerra Mundial se menciona que esta evolución se fraguó durante esa contienda, ignorando sin duda los innumerables ejemplos con los que contamos tanto en el Valle del Jarama como en los frentes de Brunete o Guadarrama.

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